Después
de estar volcado en su juventud en la poesía y la creación de
canciones, en 1975 descubrió la pintura a través del pintor
baztanés José Mari Apezetxea. Es aquí donde nació su nueva y
definitiva faceta creativa.
Así
pues, afincado en Baztán, se dedica a la pintura desde 1975. Poco
despues de empezar a pintar se integró en el colectivo de pintores
de Baztan con Apezetxea, Ana Marin, José Rezola, kepa Arizmendi,
Tomas Sobrino y los vizcaínos Marcelino Bañales e Ismael Fidalgo,
muy enlazados con el Baztan.
Es
pintor autodidacta y compagina esta actividad con su mundo creativo,
la poesía y la canción. Además de desarrollar su actividad con el
colectivo "Pintores de Baztán", ha expuesto
individualmente en Elizondo en 1989 y 1993, y en México en 1989. Es
miembro del colectivo Euskal Artistak e imparte clases de creación
artística en el Liceo St. Thomas de San Juan de Luz.
Los
primeros pasos de Xabier Soubelet transcurrieron por el impresionismo
para llegar rápidamente a una pintura influenciada por Cezanne. Mas
tarde, y hasta ahora, el expresionismo Alemán marcó profundamente
su estilo. Desde 2009 Xabier camina hacia la abstracción utilizando
para ello el color vivo y alegre. Hoy en día le podríamos definir
como un pintor expresionista abstracto vasco.
En
1993 fue galardonado con el premio Adour Bidasoa y Premio Ciudad de
San Juan de Luz. Recientemente ha realizado exposiciones en el Centro
de Cultura Amaia (Irún), en la Galería de la Infanta, San Juan de
Luz, y en Quebec (Canadá).
Su
obra cuenta hoy con mas de 1850 cuadros, todos ellos repertoriados y
numerados.
EL
PAISAJE INTERIOR DE XABIER SOUBELET
Xabier
Soubelet es un pintor baztanés y también algo más que un pintor
del Bidasoa. El Baztán tiene una luz líquida que parece aquietar
los cosas, una gama cromática espléndida que invita a complacerse
en un paisaje que se renueva de continuo, pero también tiene otras
luces más teatrales, más íntimas, que le dan otros matices más
tenebrosos, que aquieta los cosas, y un viento sur que hace que las
cosas se vean mejor o se vean de esa manera soñadora de quien camina
sin pisar el suelo; eso depende de quién las mire y de cómo se
miren.
Ahí
es donde aparece un pintor cada vez menos convencional, más
dispuesto a transitar o a tentar caminos nuevos. Pintar es también
inventarse la realidad y que veamos lo que quiere mostrarnos el
pintor. Así es como nos asomamos a su mundo particular, íntimo. Su
país es nuestro país y su paisaje del alma el nuestro, o poco
menos, porque todos los paisajes de verdad propios son paisajes
interiores. Una pintura que tiene sus lados sombríos y a la vez sus
lados muy luminosos, una pintura delicada, cuando el día es quieto y
la niebla baja sobre sus cuadros; y es un pintor trágico, el de las
horas sombrías, de los juegos bruscos de la luz y la sombra. Una
climatología indecisa. Pintar una climatología, ahí es nada, que
la luz y la lluvia parezca que posan para nosotros.
Xabier
Soubelet pinta una detrás de otra casas que tienen vida propia, que
tienen un preciso sentido de arraigo en el mundo, y pinta sobre todo
una casa interior que no tiene, escribía él mismo hace tiempo,
ventanas, tejados, puertas, pero tiene vías de escape, caminos que
se bifurcan, bosques, rincones donde refugiarse, espesuras en las que
esconderse. Una casa íntima con el mar en su interior más que con
el mar al fondo.
Xabier
Soubelet, y esa es para mi el mayor atractivo de su obra, invita a
visitar el país que pinta, melancólicamente embriagador, es decir,
que comunica su emoción y su sentimiento, que es contagioso y que
tiene esa virtud de mostrar el mundo como no solemos verlo, como no
tenemos capacidad de verlo, con otros colores o con el matiz exacto
que nos pasa inadvertido. "Era eso y no lo habíamos visto".
Y
de pronto en su pintura aparecen barcos, aparecen las manchas y
aparece, claro, una forma nueva, distinta, de mirar. No hay estilos
nuevos, hay vidas distintas, cambios interiores. El pintor no sale de
su mundo, pero este parece otro, las manchas son más rotundas, los
colores más intensos, los contrastes más vivos, la intención más
esencial, hay más vida personal en el tablero.
En
esa pintura, hay un pintor que canta, y un poeta que pinta, un
melancólico que sueña y un humorista de mirada festiva que deja un
verso inacabado para la próxima estación, alguien que ensaya
caminos nuevos y merodea por los ya transitados porque sabe que
todavía es posible la sorpresa en el paisaje de todos los días,
alguien que no se duerme, que juega y busca siempre puertas de
salida. Para mi es de esas tensiones de donde surge la fuerza y la
intensidad de su pintura. Una fiesta.
Miguel
Sánchez Ostiz- Premio Príncipe de Viana
Más información:
http://www.soubeletxabier.com/
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