A
pesar de ser hijo de Gaspar Montes Iturrioz, Jesus Montes dirigó su
mirada hacia un horizonte artístico diferente. Este pintor optó por
las raíces de su madre y orientó su pintura hacia Navarra, primero
a Urroz de santesteban y después al Valle de Baztán, donde se
instaló en el barrio Zurraurre de Ciga antes de 1970, aunque no por
ello dejaron de atraerle las tierras de Ibiza y Jaén.
En
1959 consiguió el Primer Premio en el Certamen de Navidad celebrado
en San Sebastián y en 1962 el Segundo Premio del Certamen Nacional
de Pintura . También pasó una época de su vida estudiando en
Bruselas. Sus exposiciones han sido numerosas y las más destacables
son las realizadas en Oslo , Irún, San Sebastián, Bilbao, Madrid,
Barcelona, Zaragoza, Iruña, Hondarribia, Marbella... Además, expuso
en París en 1957.
Muchos
son los que han escrito sobre su pintura:
Philippe
Crocq (París, 1966):
"La
pintura de Montes tiene vida porque al adquirir una técnica no ha
caído en una inmovilidad decadente. Hay una explicación en todo
esto, explicación contenida en su sensibilidad. Montes pinta con el
corazón, es un ser esencialmente sensible, con todo lo que esto
encierra de excesos y de razón. (...) Conmovido por las flores, los
frutos, los animales, los objetos, así como por el espectáculo de
otras bellezas naturales, su sensibilidad es abstraída sobre todo
por el retrato, rasgo que le acerca a los expresionistas".
Megara
(Bilbo, 1967):
"Tiene
el mérito de haber sabido asimilar de tal suerte la noble y antigua
manera de la pintura mixta -temple y óleo-, que, lejos de
convertirla en una cansina y monótona repetición de fórmulas
aprendidas, la ha convertido en una forma personalísima,
materializada de expresión, de un sentimiento artístico, como es
suyo el dibujo sutil y delicado, transido de un intimismo poético
que juega muy bien con la luminosidad de unos fondos que respiran a
través de las veladuras levísimas -uno evoca el "Cardenal
desconocido", de Rafael, en el Prado-que colorean y entonan los
cuadros".
Arramele
(Donostia, 1969):
“Sus
cuadros están fuertemente saturados de un expresionismo poético que
posee no poco del paisaje interior del propio artista, sin duda. El
natural ha servido para catalizar la emoción del pintor, en esas
visiones, si no muy reales, enteramente subjetivas, lindantes muchas
de ellas, en lo onírico y fantasmal”.
Catón
(Donostia, 1970):
"Jesús
Montes sigue fiel a su universo de barro, a su mundo de cántaros y
pucheros, cuya forma inerte rescatada de la etnografía, parece
cobrar vida al toque mágico de sus pinceles y amplía hoy esa
temática sencilla, en ocasiones deliciosamente franciscana-y hasta
técnicamente "trecentista"- para colgar en sus realistas
paredes los artesanos cestillos, formas -multiformas- nuevas en el
panorama estético del pintor bidasotarra. Hay algo de mural en la
expresión colorista de ciertas composiciones interiores, en las que
juegan las formas cuadradas y prismáticas, los ecos y vanos de
pueblerinas alacenas, que son como ventanas abiertas a intimidades
misteriosas".
José
Berruezo (Donostia, 1973):
"Jesús
Montes en esta su exposición acredita con el empleo de la gama de
azules y verdes, con los leves toques de carmín, una evolución
cromática en la que sin renunciar a los sienas, las tierras y los
rojos han ido ganando fuerza expresiva. Y expresiva -aún diría que
expresionista- es una buena parte de su pintura actual: Díganlo esas
alacenas, esos armarios, esos muebles rústicos, que ganan
trascendencia decorativa en su recreación pictórica: El
armario de Marbella,
La
panera riojana,
El
armario andaluz,
por citar sólo algunos temas ya constantes en el repertorio del
artista".
L.
Muñoz Viñaras (Bilbo, 1973):
"Jesús
Montes ha escogido la ardua tarea de demostrar la frescura
inmarcesible de las viejas palabras bien dichas; de poner al día,
con fluida sintaxis expresiva, la noble antigüedad de unos textos
inmortales. El color, susceptible como con ninguna otra técnica de
manifestarse en plenitud tonal y de proyectar el prisma plural de
poética y misteriosa sugestión de matizaciones que sólo se
consiguen con las veladuras. (...). En este camino está Jesús
Montes. Un camino que, partiendo del mismísimo Tiziano, pasa, ya sé,
por Pancho Cossío. Pero que no termina en el genial montañés y que
el artista que lo transite no tiene que detenerse en él
necesariamente. Cada quien se ha de fijar su meta y el ritmo de su
andadura. Yo creo que Jesús Montes sabe muy bien por dónde se anda
y a dónde va. Al tiempo".
J.
M. Alvarez Emparanza (La
pintura vasca contemporánea,
1978, Donostia):
"Emplea
una técnica muy lograda, jugando con la superficie lisa del
"tablex", apoyándose en una serie de combinaciones que
pueden recordar a procedimientos de verdadera "alquimia",
hasta dibujan desdibujando. No plasma la raledad que contempla, sino
que interpreta el tema elegido, rehuyendo los convencionalismos".
Su
pintura tiende a ser decorativa y aflora en ella el gusto compositivo
de Benjamín Palencia, a base de objetos tomados de la Naturaleza o
de la vida tradicional. Su colorido fuerte y valiente es el de las
horas del día que más se identifican con el temperamento del
pintor: el amanecer, el atardecer o la mañana intensamente soleada,
que recogen sus paisajes andaluces. Tosa su pintura está sometida al
sentimiento de color, que evoluciona de las tintas azules a las
tierras pardas y de éstas a los tonos dorados con verdes cardenillo,
salpicados de pronto por rojos vivos, para más recientemente abrirse
a los lilas, violetas y amarillos.
Hoy
en día sus obras están expuestas en museos como el de San Telmo de
Donostia, y el de Arte Moderno de Bilbao.
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