Una
de las influencias culturales fue la del semanario <<El
Bidasoa>>, confeccionado en Irún pero de distribución
comarcal. Tuvo varias épocas, pero, la más importante es la de 1915
a 1936, porque incide en los años de convivencia en Irún de los
pintores Salís, Berrueta, Bienabe y Montes
Iturrioz. Este período comprende intensas relaciones culturales
y es debido en gran medida a la presencia de un hombre que ejerce
como verdadero animador y responsable de la reaparición del
semanario. Nos referimos a Dn. Vicrotiano Juaristi Sagarzazu,
donostiarra de nacimiento, que llega a Irún en 1904 y poco después
gana la plaza de médico-cirujano del Hospital. Fue investigador de
la historia, del arte, de la arqueología y de la medicina; pintaba,
decoraba, ilustraba, esculpía; fue crítico de arte, además de
novelista y dramaturgo, interpretaba y componía música.
Un
hombre así no es extraño que se convirtiera, en los años de
estancia irunesa (1904-1919), en pieza insustituible de la cultura
local. En torno a <<El Bidasoa>> reunió a grupos de
colaboradores bien cohesionados, que con frecuencia se daban cita en
su propio domicilio o en el del pintor Salís, en casa Beraun.
Juaristi,
que acudía al estudio de Salís, donde dibujaban Berrueta,
Echeandía y Regoyos, se convirtió en hombre puente
entre Vera e Irún, por su amistad con los hermanos Baroja y
Jose Salís, fue ayuda y estímulo de Vicente Berrueta
e impulsor de Bienabe Artía y Montes Iturrioz, y
reunió junto a sí a las fuerzas vivas de la cultura irunesa. Fue en
aquellas épocas cuando los pintores Salís y Berrueta,
el escultor Echeandía y el médico humanista Juaristi
abrieron un estudio en Casa Beraun, donde dibujaron desnudos en
directo.
Por
otro lado, los pintores Darío de Regoyos, Daniel Vázquez
Díaz y Ricardo Baroja llegaron a Irún en diferentes
épocas. Estos pintores, junto a los naturales Salís,
Berrueta, Bienabe y Montes Iturrioz,
desarrollaron una actividad artística que llevó a algunos críticos
a hablar de la existencia de la Escuela del Bidasoa.
- La estancia de Regoyos en el País Vasco fue desde 1877 hasta 1911, si se exceptúan sus salidas al extranjero. Su influencia sobre los pintores contemporáneos de Irún, como la de Salís o Berrueta, que compartieron su amistad y aliento, no fue tanto estilística como estética. Diríase de intención, de sentimiento, de visión de la Naturaleza. Diversas potencias de la obra paisajística de Regoyos se transmitieron a estos pintores: espiritualidad, inocencia, humildad, sentimiento, emoción... Penetración ante el paisaje, en suma. Regoyos les enseñó a buscar el alma de este paisaje bidasotarra Estas cualidades llegaron a estos pintores y sus sucesores sólo en parte a través de él y el resto por mediación de Pío Baroja.
- Las estancias de Vázquez Díaz abarcan los veranos de 1906 a 1935, sin descontar los años de París, incluyendo algunas primaveras y otoños. Su aposento era Fuenterrabía pero alternaba con Irún y San Juan de Luz. Sagarzazu, alcalde de Irún en 1950, y Vázquez Díaz tuvieron la idea de crear una escuela de arte en el estuario. La idea no pasó, sin embargo, de ser un sueño. La verdadera aula de Vázquez Díaz estuvo en medio de la naturaleza húmeda del Bidasoa, siendo el Bidasoa, casi siempre, el protagonista de sus obras; desde ella influiyó con su magisterio a los artistas vascos. En lo que respecta a la Cuenca del Bidasoa, el vazquezdiísmo llegó a los pintores iruneses por medio de la pintura de Montes Iturrioz, y a los baztaneses, por ejemplo, Apezetxea, a través de Ismael Fidalgo. Vázquez Díaz aportó a todos ellos su sentido de la modernidad, tal como él define:<<Ser moderno es luchar contra todos los prejuicios o escuelas que puedan anular nuestra propia manera de sentir, de ver, de ejecutar; ser moderno es dejar que las obras de arte traduzcan con la máxima pureza las emociones de nuestro espíritu y alcanzar una tal individualidad de procedimientos que las obras mantengan entre sí las diferencias que existen entre hombre y hombre>>.El magisterio directo de Vázquez Díaz se concentró en los pintores Bienabe Artía y Montes Iturrioz. Él fue el reavivador del ideal estético de Montes Iturrioz, que es la unión de impresionismo y de sentido de la forma cézanniana, cuya síntesis tan bien representaba para él Vázquez Díaz.
- En 1912 la familia Baroja adquirió y reconstruyó el caserón Itzea en Vera de Bidasoa, donde Ricardo Baroja pasó únicamente los veranos. Pero, en 1935, Ricardo Baroja se afincó en Vera de Bidasoa hasta su muerte en 1953. Ricardo Baroja tuvo muy directa responsabilidad en el desarrollo educativo de los pintores Bienabe Artía y Larramendi Arburua, a quienes con su autoridad animó, apoyó y reafirmó en su vocación artística, pero no llegó a influir a los artistas iruneses nacidos en el siglo XIX.
Si
consideramos a los ya mencionados pintores como antecesores de los
que les siguieron, la Escuela del Bidasoa cuenta con una tradición
pictórica innegable, pues, en efecto, fue a través de Salís
y Berrueta, con Regoyos, como se empezó a cristalizar
una tendencia paisajística en el entorno irunés irrigado por el
Bidasoa. Y no es extraño que así sucediera, pues la formación de
estos hombres se fraguó al margen de la entonces pintura oficial
española, en París -y en Bruselas en los casos de Regoyos y
Salís-, capitales donde el impresionismo no sólo se conocía
sino había triunfado. Así, estos pintores coincidieron en una tarea
común de renovar la pintura española inspirada en decadentes
patrones pseudorrománticos . La amplitud de miras estéticas les
llevó a contemplar su entorno con ojos completamente nuevos: vieron
una naturaleza mudable, llena de matices, que era preciso apresar con
los pinceles de una manera casi instintiva y por supuesto en directo.
A ello contribuyeron decisivamente sus lecturas de los autores
románticos y naturalistas y su conocimiento de la música.
Lógicamente,
la tradición cultural fue mayor en las siguientes generaciones, pues
a los antecedentes descritos se irán sumando el ejemplo de los
artistas que les precedieron (siendo para muchos Gaspar Montes
su maestro), y el trasfondo literario de corte impresionista, que se
desarrolló en el ámbito común del Bidasoa, y sin duda reforzó la
opción paisajística no sólo de los más jóvenes, si no de los
intermedios, que habían sido asiduos lectores de Loti, Baroja
y otros autores de la Generación del 98, a quienes el paisaje atrajo
tanto.
En
Elizondo, gracias a la permanencia de Francisco
Echenique,
muerto en 1948, se generó también una predisposición al paisajismo
pictórico, reforzado por la naturaleza virginal y acusadamente bella
del valle. Pero, los contactos de los pintores iruneses con Elizondo
fueron esporádicos, paisajísticos más que personales, aunque la
adhesión de Echenique
al homenaje que se le hizo a Montes
Iturrioz
en Irún, en Septiembre de 1928, demuestra que ambos artistas, a
pesar de la diferencia de edad, se conocían. De todos modos, a
Echenique
se le consideraba un pintor aficionado. Quedó aislado en Elizondo.
Sus contactos con el mundo artístico se operaron en San Sebastián,
en sus vacaciones quincenales de septiembre, o a través de
publicaciones.
Las
exposiciones celebradas entre 1896 y 1983 por todos estos pintores
corroboran la independiente actividad del sector irunés y baztanés.
En las exposiciones de los pintores iruneses en su ciudad, en los
años 1927, 1944 y 1946 no figura Echenique. Los baztaneses
expusieron por su lado en Elizondo los años 1949 y 1980, sin la
presencia de Ricardo Baroja en la primera, ni de Bienabe
y Montes Iturrioz en las dos. En 1983, sin embargo,
coincidieron en Vera todos los pintores vivos de la Cuenca, en una
nutrida exposición, organizada por intereses ajenos a los artistas.
Hubo
un momento -1946- en que Juan
Larramendi
pudo unirse al grupo de la desembocadura, gracias al engarce con
Ricardo
Baroja
y fue precisamente con motivo de la Exposición de Arte y Artesanía
del Bidasoa, pero su rápida decisión de pasar a Venezuela impidió
la consumación de unas interesantes relaciones que a su vuelta -24
años más tarde- ya no se dieron. Ni él, ni Ricardo
Baroja,
que murió en 1953, pudieron ser los puentes de comunicación entre
los pintores de la desembocadura y los de Baztán, el cual iniciaron
los más jóvenes a través de la amistad de Menchu
Gal
con Ana
Marín
y con el traslado de Montes
Iribarren
a Ciga.
En
torno a Elizondo la vida artística de los pintores navarros creció
en el ambiente creado por las estancias temporales de javier Ciga
e Ignacio
Echandi,
hasta 1959 y 1951 respectivamente, unidos al Valle de Baztán por
vínculos familiares.
Los
paisajistas de Baztán adoptaron no los puntos de vista naturalistas
e impresionistas de Ciga y Echenique, sino lógicamente
una visión más moderna, postimpresionista, que se les impuso por
cuestión generacional, y tuvo más que ver con el guipuzcoano y
navarro Ignacio Echandi. En efecto, el poderoso sentido del
color de este artista, que muestra coincidencias admirables con los
fauves franceses Matisse, Vlaminck, Dufy; su
predilección por los maestros estructuradores de la realidad, El
Greco, Cézzane, Vázquez Díaz y Arteta; su
abstraccionismo formal insinuado en sus primeras obras y luego
conducente a la ruptura cubista en la senda de Picasso y Gris,
hallan afinidades más que sorprendentes en las pinturas de José
María Apezetxea, Ana Marín y Kepa Arizmendi, pese
a las diferencias de edad y estilo personal existentes entre ellos.
Pero, en realidad, no podemos hablar de una influencia de Echandi
sobre estos pintores, puesto que, según confiesan, prácticamente no
le trataron, aunque más tarde pudieran admirarle a través de sus
obras, sin que ello condicionara ya sus estilos formados. Puede
decirse lo mismo de Francisco Echenique, cuyas relaciones con
los más jóvenes pintores baztaneses fueron esporádicas, pues la
separación generacional y su desaparición en 1948 les restó
duración.
Ciga,
en cambio, sí tuvo un papel destacado al potenciar la inclinación
artística de Apezetxea y Marín, por reunirles en
torno a sí durante sus descansos veraniegos en Elizondo. A la más
estable relación con su sobrino Apezetxea -que podría
calificarse de magisterio entre 1941 y 1948-, y al menos importante
contribución sobre Ana Marín, en esos años casi todavía
una niña, se añadió poco después la trascendental influencia de
Ismael Fidalgo.
El
constructivismo cézanniano bebido por Montes
Iturrioz
en las fuentes de Ramiro
Arrúe y
de Vázquez
Díaz,
no les llegó directamente, ni a través de su amigo Ignacio
Echandi,
vinculado al valle por lazos familiares, sino de una forma
inesperada: por medio de un pintor vizcaíno de la cuenca minera de
Sopuerta, Ismael
Fidalgo.
Ismael
Fidalgo Blanco (nacido en Castro Alen, Vizcaya, en 1928), tomó
contacto con José María Apezetxea durante su servicio
militar en Elizondo, corriendo el año 1949. Durante 1952 se
estableció por un tiempo en la capital baztanesa, abriendo un
estudio con Apezetxea, donde además de pintar el mural de su
iglesia parroquial, centró su actividad en el paisajismo de la
cuenca Baztán-Bidasoa. Fidalgo y Apezetxea expusieron
juntos en Pamplona e incluso llegaron a formar un grupo de trabajo
con pintores vizcaínos que llegaron a Elizondo atraídos por
Fidalgo, a los que se unió Ana marín. Así Agustín
Ibarrola y Ariño de Garay, conociendo al escultor Oteiza
a través del primero.
Apezetxea
es el aglutinador del grupo, informalmente denominado Artistas del
Baztán, que se dio a conocer en Pamplona en Noviembre de 1983, en
los Pabellones de la Ciudadela. <<Los que presentamos esta
exposición -decían en el programa- tratamos de seguir el camino que
en su día iniciaron Ciga, Echenique y Echandi...
para dar una muestra de la trayectoria del Baztán, en sus diferentes
expresiones>>. Forman parte del colectivo, además de
Apezetxea, los pintores Ana Marín, Jesus Montes,
Ana Mari Urmeneta, Kepa Arizmendi y Xabier Soubelet.
En él se incluyen también en alguna medida los vicaínos atraídos
por Ismael Fidalgo -Echarte y Marcelino Bañales-, y
los guipuzcoanos Eloy Erenchun y José María Rezola,
en cuanto que han pintado ocasionalmente el valle.
Ciertos
aspectos aparentemente marginales, como las exposiciones por separado
entre navarros y guipuzcoanos, la presencia en Elizondo de otros
pintores como Ciga, Echandi y Fidalgo, la
ausencia temporal de Larramendi y la distancia generacional
entre Echenique y los más jóvenes pintores baztaneses, le
dieron al sector navarro unas peculiares características que la
diferencian del centro irunés, de las que son conscientes los
propios pintores de Elizondo al haberse agrupado en el colectivo
Artistas de Baztán. Con todo, no hay duda que son comunes a navarros
y guipuzcoanos el marco geográfico -con el río como enlace- , la
tématica, el estilo, la técnica y el método de trabajo, que les
unen por encima de la lógica personalidad individual.
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