Su
pintura es figurativa, aunque siente interés por todo movimiento
artístico. Ana Maria Urmeneta se
sitúa en un paso previo al abstraccionismo, sin embargo, es deudora
del impresionismo y más aún del postimpresionismo cézanniano, muy
fielmente unido a la Naturaleza. <<He querido reflejar en mis
paisajes los cambios de luz y color que impone el curso del tiempo en
la naturaleza>>, expresó ella misma.
Donde
mejor se manifiestan tales cambios es en los pueblos y más aún en
los montes y árboles baztaneses, cuya orquestación de verdes plasma
su pincel con anotaciones puntillistas o ligeros empastes que forman
planos continuos, para tratar de traspasar al cuadro la jugosidad de
una naturaleza serena, vista con ojos inocentes y sentimiento
espiritual.
En
su pintura hay una relación estrecha entre formas y colores, si bien
para ella estos últimos ganan en importancia por ser los conductores
de la luz y el cambio estacional. Selecciona cuidadosamente los
verdes azulados de las montañas, los verdes uniformes de los prados
que acompañan el curso del río Bidasoa y los intensos y variados
verdes de los bosques. A los verdes añade ocres de distinta
temperatura, aplicándolos con valentía. Azul, blanco y carmín, se
puede decir, son los colores exclusivos de su paleta.
Ana
Maria Urmeneta expone colectivamente en Vera de Bidasoa,
Elizondo y Bayona desde 1969. En 1978 expuso individualmente en
Pamplona y Sangüesa, y ha continuado exponiendo en años sucesivos
en Burlada, La Rioja, Irún y Ezpeleta. En
1988 recibió el Primer Premio de Pintura Valle de Baztán.
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