27 jun 2012

FRANCISCO ECHENIQUE ANCHORENA



Francisco Echenique nació en Elizondo en 1880 y falleció en su localidad natal en 1948. Fue músico, pintor y fotógrafo paisajista, de formación autodidacta, perteneciente a la escuela del Bidasoa.

Inicialmente se interesó por la fotografía pictorialista artística, disciplina con la que consiguió algunos premios. En 1907 alcanzó una Primera Medalla en el Certamen Científico, Literario y Artístico, convocado por el Ayuntamiento de Pamplona, y un año más tarde, una de bronce en el Certamen Internacional de Fotografía de Buenos Aires.

Más tarde, consciente de las limitaciones del medio fotográfico para desentrañar las impresiones de la naturaleza, se orientó hacia la pintura. Influyó también en su inclinación pictórica su oficio de caligrafista en el Ayuntamiento del Valle de Baztán. Nunca se dedicó a la pintura de manera profesional, sino que, entendió el arte como un entretenimiento para sus ratos de ocio. Fotografía y caligrafía subyacen, pues, en su obra bajo caracteres bien concretos: cuidado esmerado en la selección del tema, planificación de los espacios y captación de ambientes (con luz y aire) por un lado; detallismo en la pincelada y esmero en el dibujo por otro.

Su obra está muy ligada al paisaje y la naturaleza, dirigió su mirada al Valle de Baztán y en particular a su entorno más próximo: Garzaín, Lecároz, Elvetea y Elizondo. Respetó su carácter con verdadero escrúpulo. Es el suyo un paisaje montaraz, de pueblos campesinos, caseríos dispersos y caminos. Suave unas veces y otras bravío. Rocas y árboles se suceden a lo largo del río vivificador de la Cuenca del Bidasoa, cobijando en sus umbrías al jovenzuelo alegre y saltarín, rizado, efervescente, destelleante de luces. Con humildad inocente, que el propio campo reclama, pintó silenciosos paisajes, carentes de figura humana, pero en el mosaico de pueblecillos y bordas, por ello, aunque la figura humana raramente los acompaña, y menos la animal, no puede decirse que sean solitarios porque en ellos se presenta la huella del hombre.

Sus creaciones fueron evolucionando desde un estilo personal forjado en el realismo, con un gran dominio del dibujo, hacia unas obras en las que ya es patente una clara influencia del impresionismo. Fue entonces, entre 1920 y 1939, cuando tuvo la concepción naturalista más libre y una mayor respuesta por el color, los contrastes, la luz... elementos siempre al servicio de la naturaleza. No le fueron ajenos ni la luminosidad y limpio colorido de Sorolla, ni las pinturas de sus amigos guipuzcoanos Erenchun y Cabañas Oteiza.

Pocos casos se dan de fidelidad y amor a la propia naturaleza como éste de Echenique, humilde y noble servidor de sus convecinos, cuyo ejemplo arrastrará más tarde y junto con Ciga y Echandi, a artistas más jóvenes que tienen en común con sus antecesores el aprecio de un paisaje incontaminado: Apecechea y Marín en Elizondo, Montes Iribarren en Ciga y Urmeneta en Dancharinea.



JAVIER CIGA ECHANDI



Javier Ciga nació en Pamplona en 1877 y falleció en la propia capital navarra en 1960. No obstante, a lo largo de toda su vida estuvo íntimamente ligado a Baztán, cuyo paisaje reflejó una y otra vez.

Inició sus estudios en la “Escuela de Artes y Oficios” de Pamplona. En 1908, 1909 y 1910 irrumpió con fuerza en el panorama artístico navarro consiguiendo sendos premios en el concurso de carteles de las fiestas de San Fermín. Poco después su carrera dio un giro gracias al mecenazgo de unos parientes indianos, los Urdanpilleta, que le permitió instalarse en Madrid y más tarde en París.

En Madrid (1911-1912) entró en la “Escuela de Bellas Artes de San Fernando” donde llegó a ser profesor y recibió cinco diplomas de primera clase y una medalla de oro. Frecuentó el Prado y se empapó de sus admirados Velázquez y Goya.

A partir de 1911, viajó por Europa, y entre 1912 y 1914, se instaló en París donde entró en contacto con el impresionismo y el postimpresionismo, aunque, siguió básicamente fiel a su estilo realista. Visitó asiduamente el Louvre y se formó en la academia Julian. Fue incluido en el Salón de Primavera de 1914 con << Mercado de Elizondo >>, una de sus obras maestras, y nombrado miembro del Gran Salón de París.

Al iniciarse la Primera Guerra Mundial, regresó a Pamplona donde se convirtió en el retratista oficial de la burguesía navarra, al tiempo que participaba en las Exposiciones Nacionales de Madrid y formaba a jóvenes pintores. En 1917 presentó otra de sus obras cumbre: << Viático en Baztán >>, muestra de su obra relativa a la pintura costumbrista, especialmente del “Valle del Baztán”, zona con la que estaba unido familiarmente por sus abuelos y su esposa. Una faceta de Ciga que le llevó a plasmar tipos y expresiones propios del carácter baztandarra.

Ciga fue siempre vasquista. Afiliado al PNV, en los periodos 1920-1923 y 1930-1931 fue concejal de Pamplona. Tras el lanzamiento de la Guerra Civil fue encarcelado en 1938 acusado de haber auxiliado a un dirigente del sindicato UGT. En el Consejo de Guerra fue absuelto imponiéndosele una multa que abonó con un cuadro, ahora llamado “Cristo de la Sanción”. Este hecho provocó cierto declive en su trayectoria.

Hoy en día varios pintores navarros son considerados discípulos suyos debido tanto por trabajar directamente con él como por la gran influencia que en ellos tuvo este autor. Además se ha impulsado una Fundación que lleva su nombre para conservar y difundir su patrimonio, y se realizan cursos, conferencias y talleres sobre su trayectoria. En el museo Etnográfico “Jorge Oteiza” de Elizondo se puede visitar parte de la obra de Ciga cedida por la fundación. 



VICENTE BERRUETA ITURRALDE



Vicente Berrueta nació en Irun, Guipúzcoa, en 1873 y murió en accidente ferroviario en 1908. En 1887 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y, poco tiempo después, recibió lecciones en el estudio de Joaquín Sorolla. En 1895 regresó a Irun, se integró en el ambiente cultural guipuzcoano y compartió su actividad pictórica con José Salís y Darío Regoyos. En 1898 la Diputación Foral de Guipúzcoa le concedió una beca para estudiar en París en los tres años siguientes. Entre 1899 y 1901 estuvo en París, pero, 1902 se instaló definitivamente en su villa natal y abrió una academia de pintura y dibujo.


Berrueta sólo salió de Irun para estudiar en Madrid y París y, ocasionalmente, para pintar la costa marítima desde Fuenterrabía a San Juan de Luz. Destinó su corta vida a pintar el entorno irunés, con atención a los tipos humanos propios del lugar. Pintó aquí murales y fue profesor particular de dibujo y también de la Academia Municipal de Irún. Además, participó en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en los años 1892, 1895, 1897 y 1906. Entre sus obras más destacables se encuentran las tituladas: Un matadero de Guipúzcoa, Cocina vasca, Preparando el retorno al campo, La plegaria del marino, Establo, Procesión, Estudio y Calle de Fuenterrabía.


Vicente Berrueta partió en su pintura de un realismo velazqueño para orientarse al naturalismo por influencia de su maestro Sorolla, que le inclinó a la búsqueda de la verdad en el estudio directo de la Naturaleza. Su naturalismo fue pleno entre 1897 y 1907, influido sin duda por la compañía de Salís y de Regoyos, con quienes conectó por el modo de sentir y amar la Naturaleza, por una espiritualidad que supera la técnica y la sencillez de los temas. Formado en París bajo el magisterio de Jean-Paul Laurens y de Jean Joseph Benjamin Constant, profesores de dibujo y modelado, sufrió el influjo del realismo social de Bastien-Lepage y de Charles Cottet, estrechamente vinculado al simbolismo de Puvis de Chavannes, que le llevaron a abandonar el impresionismo de su etapa anterior, iniciándose en 1901 un ciclo ecléctico en su obra hasta su fallecimiento, caracterizado aquél por su contribución al simbolismo, realismo y naturalismo. Berrueta añadió a su lirismo el sentimiento de color interior de Cottet y el idealismo de Puvis de Chavannes, dando como resultado una plástica muy personal y conectándose con el humanismo social de su época, al que se acercaron – si bien con diferente enfoque – Nonell, Picasso (en su período rosa), Díaz Olano, Guiard, Arteta y Ricardo Baroja.


A pesar de su corta trayectoria artística, Vicente Berrueta puede ser considerado uno de los pilares de la Escuela del Bidasoa y un claro representante del paisajismo vasco.


22 jun 2012

ARTISTAS DEL BIDASOA-BAZTÁN


Los pintores principales que representan la historia de la tradición artística en el Valle de Baztán, ya sea por ser pertenecientes al valle, o por sus permanencias puntuales en Elizondo, o por haber tenido una gran influencia a través de su pintura o por haber participado en el colectivo Pintores de Baztán, son los siguientes:

    1.ª generación:
  • Vicente Berrueta Iturralde (Irún, 1873 - 1909)
  • Javier Ciga Echandi (Pamplona, 1877 - 1960)
  • Francisco Echenique Anchorena (Elizondo, 1880 – 1948)


    2.ª generación:
  • Bernardino Bienabe Artía (Irún 1899 - Etxalar, 1987)
  • Gaspar Montes Iturrioz (Irún, 1901- 1998)
  • Ignacio Echandi (San Sebastián,1912-1953)
  • Menchu Gal (Irún, 1919 – San Sebastián, 2008)

    3.ª generación:
  • Jose Rezola Vicondo (San Sebastián, 1927 - 2000)
  • Jose Maria Apezetxea (Erratzu, 1927)
  • Ismael Fidalgo Blanco (Alen, 1928 – Portugalete, 2000)
  • Ana Mari Marín (Elizondo, 1933)
  • Jesus Montes Iribarren (Irún, 1940)
  • Marcelino Bañales Tejada (Abanto, 1942 – Barakaldo 1990)
  • Ana Maria Urmeneta (Elizondo, 1944)

    4.ª generación:
  • Tomás Sobrino Habans (Elizondo, 1953)
  • Xabier Soubelet (Lapurdi, 1953)
  • Kepa Arizmendi (Elizondo, 1957 - Baiona, 2009)
  • Fernando Gorostidi (Elizondo, 1958)

21 jun 2012

HISTORIA DEL ARTE DEL BIDASOA



Dada las circunstancias históricas y el ambiente cultural de Irún, en los comienzos del siglo XX comenzó a crearse en esta localidad una nueva sensibilidad artística, que, más tarde, daría lugar a la Escuela del Bidasoa.

Una de las influencias culturales fue la del semanario <<El Bidasoa>>, confeccionado en Irún pero de distribución comarcal. Tuvo varias épocas, pero, la más importante es la de 1915 a 1936, porque incide en los años de convivencia en Irún de los pintores Salís, Berrueta, Bienabe y Montes Iturrioz. Este período comprende intensas relaciones culturales y es debido en gran medida a la presencia de un hombre que ejerce como verdadero animador y responsable de la reaparición del semanario. Nos referimos a Dn. Vicrotiano Juaristi Sagarzazu, donostiarra de nacimiento, que llega a Irún en 1904 y poco después gana la plaza de médico-cirujano del Hospital. Fue investigador de la historia, del arte, de la arqueología y de la medicina; pintaba, decoraba, ilustraba, esculpía; fue crítico de arte, además de novelista y dramaturgo, interpretaba y componía música.

Un hombre así no es extraño que se convirtiera, en los años de estancia irunesa (1904-1919), en pieza insustituible de la cultura local. En torno a <<El Bidasoa>> reunió a grupos de colaboradores bien cohesionados, que con frecuencia se daban cita en su propio domicilio o en el del pintor Salís, en casa Beraun.
Juaristi, que acudía al estudio de Salís, donde dibujaban Berrueta, Echeandía y Regoyos, se convirtió en hombre puente entre Vera e Irún, por su amistad con los hermanos Baroja y Jose Salís, fue ayuda y estímulo de Vicente Berrueta e impulsor de Bienabe Artía y Montes Iturrioz, y reunió junto a sí a las fuerzas vivas de la cultura irunesa. Fue en aquellas épocas cuando los pintores Salís y Berrueta, el escultor Echeandía y el médico humanista Juaristi abrieron un estudio en Casa Beraun, donde dibujaron desnudos en directo.

Por otro lado, los pintores Darío de Regoyos, Daniel Vázquez Díaz y Ricardo Baroja llegaron a Irún en diferentes épocas. Estos pintores, junto a los naturales Salís, Berrueta, Bienabe y Montes Iturrioz, desarrollaron una actividad artística que llevó a algunos críticos a hablar de la existencia de la Escuela del Bidasoa.

  • La estancia de Regoyos en el País Vasco fue desde 1877 hasta 1911, si se exceptúan sus salidas al extranjero. Su influencia sobre los pintores contemporáneos de Irún, como la de Salís o Berrueta, que compartieron su amistad y aliento, no fue tanto estilística como estética. Diríase de intención, de sentimiento, de visión de la Naturaleza. Diversas potencias de la obra paisajística de Regoyos se transmitieron a estos pintores: espiritualidad, inocencia, humildad, sentimiento, emoción... Penetración ante el paisaje, en suma. Regoyos les enseñó a buscar el alma de este paisaje bidasotarra Estas cualidades llegaron a estos pintores y sus sucesores sólo en parte a través de él y el resto por mediación de Pío Baroja.

  • Las estancias de Vázquez Díaz abarcan los veranos de 1906 a 1935, sin descontar los años de París, incluyendo algunas primaveras y otoños. Su aposento era Fuenterrabía pero alternaba con Irún y San Juan de Luz. Sagarzazu, alcalde de Irún en 1950, y Vázquez Díaz tuvieron la idea de crear una escuela de arte en el estuario. La idea no pasó, sin embargo, de ser un sueño. La verdadera aula de Vázquez Díaz estuvo en medio de la naturaleza húmeda del Bidasoa, siendo el Bidasoa, casi siempre, el protagonista de sus obras; desde ella influiyó con su magisterio a los artistas vascos. En lo que respecta a la Cuenca del Bidasoa, el vazquezdiísmo llegó a los pintores iruneses por medio de la pintura de Montes Iturrioz, y a los baztaneses, por ejemplo, Apezetxea, a través de Ismael Fidalgo. Vázquez Díaz aportó a todos ellos su sentido de la modernidad, tal como él define:
    <<Ser moderno es luchar contra todos los prejuicios o escuelas que puedan anular nuestra propia manera de sentir, de ver, de ejecutar; ser moderno es dejar que las obras de arte traduzcan con la máxima pureza las emociones de nuestro espíritu y alcanzar una tal individualidad de procedimientos que las obras mantengan entre sí las diferencias que existen entre hombre y hombre>>.
    El magisterio directo de Vázquez Díaz se concentró en los pintores Bienabe Artía y Montes Iturrioz. Él fue el reavivador del ideal estético de Montes Iturrioz, que es la unión de impresionismo y de sentido de la forma cézanniana, cuya síntesis tan bien representaba para él Vázquez Díaz.

  • En 1912 la familia Baroja adquirió y reconstruyó el caserón Itzea en Vera de Bidasoa, donde Ricardo Baroja pasó únicamente los veranos. Pero, en 1935, Ricardo Baroja se afincó en Vera de Bidasoa hasta su muerte en 1953. Ricardo Baroja tuvo muy directa responsabilidad en el desarrollo educativo de los pintores Bienabe Artía y Larramendi Arburua, a quienes con su autoridad animó, apoyó y reafirmó en su vocación artística, pero no llegó a influir a los artistas iruneses nacidos en el siglo XIX.

Si consideramos a los ya mencionados pintores como antecesores de los que les siguieron, la Escuela del Bidasoa cuenta con una tradición pictórica innegable, pues, en efecto, fue a través de Salís y Berrueta, con Regoyos, como se empezó a cristalizar una tendencia paisajística en el entorno irunés irrigado por el Bidasoa. Y no es extraño que así sucediera, pues la formación de estos hombres se fraguó al margen de la entonces pintura oficial española, en París -y en Bruselas en los casos de Regoyos y Salís-, capitales donde el impresionismo no sólo se conocía sino había triunfado. Así, estos pintores coincidieron en una tarea común de renovar la pintura española inspirada en decadentes patrones pseudorrománticos . La amplitud de miras estéticas les llevó a contemplar su entorno con ojos completamente nuevos: vieron una naturaleza mudable, llena de matices, que era preciso apresar con los pinceles de una manera casi instintiva y por supuesto en directo. A ello contribuyeron decisivamente sus lecturas de los autores románticos y naturalistas y su conocimiento de la música.

Lógicamente, la tradición cultural fue mayor en las siguientes generaciones, pues a los antecedentes descritos se irán sumando el ejemplo de los artistas que les precedieron (siendo para muchos Gaspar Montes su maestro), y el trasfondo literario de corte impresionista, que se desarrolló en el ámbito común del Bidasoa, y sin duda reforzó la opción paisajística no sólo de los más jóvenes, si no de los intermedios, que habían sido asiduos lectores de Loti, Baroja y otros autores de la Generación del 98, a quienes el paisaje atrajo tanto.

En Elizondo, gracias a la permanencia de Francisco Echenique, muerto en 1948, se generó también una predisposición al paisajismo pictórico, reforzado por la naturaleza virginal y acusadamente bella del valle. Pero, los contactos de los pintores iruneses con Elizondo fueron esporádicos, paisajísticos más que personales, aunque la adhesión de Echenique al homenaje que se le hizo a Montes Iturrioz en Irún, en Septiembre de 1928, demuestra que ambos artistas, a pesar de la diferencia de edad, se conocían. De todos modos, a Echenique se le consideraba un pintor aficionado. Quedó aislado en Elizondo. Sus contactos con el mundo artístico se operaron en San Sebastián, en sus vacaciones quincenales de septiembre, o a través de publicaciones.

Las exposiciones celebradas entre 1896 y 1983 por todos estos pintores corroboran la independiente actividad del sector irunés y baztanés. En las exposiciones de los pintores iruneses en su ciudad, en los años 1927, 1944 y 1946 no figura Echenique. Los baztaneses expusieron por su lado en Elizondo los años 1949 y 1980, sin la presencia de Ricardo Baroja en la primera, ni de Bienabe y Montes Iturrioz en las dos. En 1983, sin embargo, coincidieron en Vera todos los pintores vivos de la Cuenca, en una nutrida exposición, organizada por intereses ajenos a los artistas.

Hubo un momento -1946- en que Juan Larramendi pudo unirse al grupo de la desembocadura, gracias al engarce con Ricardo Baroja y fue precisamente con motivo de la Exposición de Arte y Artesanía del Bidasoa, pero su rápida decisión de pasar a Venezuela impidió la consumación de unas interesantes relaciones que a su vuelta -24 años más tarde- ya no se dieron. Ni él, ni Ricardo Baroja, que murió en 1953, pudieron ser los puentes de comunicación entre los pintores de la desembocadura y los de Baztán, el cual iniciaron los más jóvenes a través de la amistad de Menchu Gal con Ana Marín y con el traslado de Montes Iribarren a Ciga.

En torno a Elizondo la vida artística de los pintores navarros creció en el ambiente creado por las estancias temporales de javier Ciga e Ignacio Echandi, hasta 1959 y 1951 respectivamente, unidos al Valle de Baztán por vínculos familiares.

Los paisajistas de Baztán adoptaron no los puntos de vista naturalistas e impresionistas de Ciga y Echenique, sino lógicamente una visión más moderna, postimpresionista, que se les impuso por cuestión generacional, y tuvo más que ver con el guipuzcoano y navarro Ignacio Echandi. En efecto, el poderoso sentido del color de este artista, que muestra coincidencias admirables con los fauves franceses Matisse, Vlaminck, Dufy; su predilección por los maestros estructuradores de la realidad, El Greco, Cézzane, Vázquez Díaz y Arteta; su abstraccionismo formal insinuado en sus primeras obras y luego conducente a la ruptura cubista en la senda de Picasso y Gris, hallan afinidades más que sorprendentes en las pinturas de José María Apezetxea, Ana Marín y Kepa Arizmendi, pese a las diferencias de edad y estilo personal existentes entre ellos. Pero, en realidad, no podemos hablar de una influencia de Echandi sobre estos pintores, puesto que, según confiesan, prácticamente no le trataron, aunque más tarde pudieran admirarle a través de sus obras, sin que ello condicionara ya sus estilos formados. Puede decirse lo mismo de Francisco Echenique, cuyas relaciones con los más jóvenes pintores baztaneses fueron esporádicas, pues la separación generacional y su desaparición en 1948 les restó duración.

Ciga, en cambio, sí tuvo un papel destacado al potenciar la inclinación artística de Apezetxea y Marín, por reunirles en torno a sí durante sus descansos veraniegos en Elizondo. A la más estable relación con su sobrino Apezetxea -que podría calificarse de magisterio entre 1941 y 1948-, y al menos importante contribución sobre Ana Marín, en esos años casi todavía una niña, se añadió poco después la trascendental influencia de Ismael Fidalgo.

El constructivismo cézanniano bebido por Montes Iturrioz en las fuentes de Ramiro Arrúe y de Vázquez Díaz, no les llegó directamente, ni a través de su amigo Ignacio Echandi, vinculado al valle por lazos familiares, sino de una forma inesperada: por medio de un pintor vizcaíno de la cuenca minera de Sopuerta, Ismael Fidalgo.
Ismael Fidalgo Blanco (nacido en Castro Alen, Vizcaya, en 1928), tomó contacto con José María Apezetxea durante su servicio militar en Elizondo, corriendo el año 1949. Durante 1952 se estableció por un tiempo en la capital baztanesa, abriendo un estudio con Apezetxea, donde además de pintar el mural de su iglesia parroquial, centró su actividad en el paisajismo de la cuenca Baztán-Bidasoa. Fidalgo y Apezetxea expusieron juntos en Pamplona e incluso llegaron a formar un grupo de trabajo con pintores vizcaínos que llegaron a Elizondo atraídos por Fidalgo, a los que se unió Ana marín. Así Agustín Ibarrola y Ariño de Garay, conociendo al escultor Oteiza a través del primero.

Apezetxea es el aglutinador del grupo, informalmente denominado Artistas del Baztán, que se dio a conocer en Pamplona en Noviembre de 1983, en los Pabellones de la Ciudadela. <<Los que presentamos esta exposición -decían en el programa- tratamos de seguir el camino que en su día iniciaron Ciga, Echenique y Echandi... para dar una muestra de la trayectoria del Baztán, en sus diferentes expresiones>>. Forman parte del colectivo, además de Apezetxea, los pintores Ana Marín, Jesus Montes, Ana Mari Urmeneta, Kepa Arizmendi y Xabier Soubelet. En él se incluyen también en alguna medida los vicaínos atraídos por Ismael Fidalgo -Echarte y Marcelino Bañales-, y los guipuzcoanos Eloy Erenchun y José María Rezola, en cuanto que han pintado ocasionalmente el valle.

Ciertos aspectos aparentemente marginales, como las exposiciones por separado entre navarros y guipuzcoanos, la presencia en Elizondo de otros pintores como Ciga, Echandi y Fidalgo, la ausencia temporal de Larramendi y la distancia generacional entre Echenique y los más jóvenes pintores baztaneses, le dieron al sector navarro unas peculiares características que la diferencian del centro irunés, de las que son conscientes los propios pintores de Elizondo al haberse agrupado en el colectivo Artistas de Baztán. Con todo, no hay duda que son comunes a navarros y guipuzcoanos el marco geográfico -con el río como enlace- , la tématica, el estilo, la técnica y el método de trabajo, que les unen por encima de la lógica personalidad individual.

EL ARTE EN LAS CALLES DE ELIZONDO


El pasado 17 de junio El grupo de “pintores de Baztan” organizó la campaña “Busca tu arte y comparte” “Bilatu eta zabaldu zure artea” en las calles y plazas de la localidad, para dar a conocer las inquietudes artísticas de sus componentes y de todas las personas que se unieron a la iniciativa.

En  el siguiente enlace se puede ver el vídeo que ha realizado Pikizu sobre el día de El Arte en la calle:


El objetivo de la iniciativa fue:

"En definitiva, crear y sembrar cultura.

Por otra parte es nuestro deseo mantener viva la tradición pictórico-artística de Baztan, que de forma natural se ha ido creando a lo largo de muchos años y muchos artistas que aquí se han inspirado, los conocidos y los anónimos, los profesionales y los amateurs."



18 jun 2012

CUADRO DE INFLUENCIAS Y/O RELACIONES




LA ESCUELA DEL BIDASOA


La Escuela del Bidasoa es un movimiento artístico, una actitud ante la naturaleza, que surgió entre los años 1895 y 1919 en torno al río Bidasoa. Es una manifestación tardía del Naturalismo del siglo XIX que supuso, a escala regional, la plasmación más coherente del impresionismo pictórico con avances hacia el postimpresionismo fauvismo y expresionismo, contribuyendo así a la modernización de la pintura española.

La Escuela se formó en Irun bajo la protección de unas circunstancias favorables (buenas infraestructuras educativas y culturales, la influencia francesa y el liberalismo en las actitudes) y sus efectos se proyectaron sobre la cuenca entera del río, río con tres núcleos de actividad pictórica principales: Elizondo, Vara de Bidasoa e Irún.

La Escuela del Bidasoa presenta cuatro fases en su desarrollo personal:

1. FASE:

En una primera fase -entre 1895 y 1919- se dio la consciencia de los factores básicos para la formación de la Escuela del Bidasoa:


  • Las estancias de Darío de Regoyos, Daniel Vázquez Díaz y Ricardo Baroja en Irún.
  • La animación cultural del seminario <<El Bidasoa>>, impulsado por Victoriano de Juaristi. Juaristi reunió junto a sí a las fuerzas vivas de la cultura irunesa y se convirtió en hombre puente entre Vera e Irún, por su amistad con los hermanos Baroja y Jose Salís.
  • La vigorización de la Academia Municipal de Dibujo de Irún, dirigida por Julio Echeandía, donde se formaron los pintores de las generaciones siguientes.
  • Las creaciones paisajísticas de Salís, Berrueta, Echenique, Regoyos y Vázques Díaz.
  • El influjo de Beraun e Itzea -las casas de las familias Salís (en Irún) y Baroja (en Vera de Bidasoa)- que ejercieron en la zona como focos de intercambio cultural.
  • La permanencia de Francisco Echenique y las estancias temporales de Javier Ciga e Ignacio Echandi, hasta 1959 y 1951 respectivamente, en Elizondo.

Se produjo una actividad independiente del sector irunés y baztanés.


2. FASE:

En la segunda fase se cohesionó la Escuela con la formación de Bienabe Artía y Montes Iturrioz entre 1919 y 1932, gracias al apoyo de un ambiente favorable, así como del magisterio de Salís y Vázquez Díaz. Juan Larramendi y Menchu Gal fueron los pintores bisagra de las dos últimas fases que hasta hoy presenta la escuela pictórica.

En 1927 los pintores iruneses hicieron una exposición en su ciudad en la que no figuraba Echenique. Esto fue debido a que los contactos de los pintores iruneses con Elizondo en esta época fueron esporádicos, paisajísticos más que personales, aunque la adhesión de Echenique al homenaje que se le hizo a Montes Iturrioz en Irún, en Septiembre de 1928, demuestra que ambos artistas, a pesar de la diferencia de edad, se conocían. Aún así la actividad pictórica de Irún y Baztán siguió siendo independiente.


3. FASE:

La tercera fase se inició en 1932. En ella se afianzó la escuela al aglutinarse en torno a Montes Iturrioz y la Academia Municipal de Dibujo de Irún los pintores Enrique Albizu, Amaya Hernandorena, José Gracenea, Juan María Navascués, José Noain, Javier Sagarzazu, y Jesus Montes Iribarren, entre los paisajistas más destacados de la tercera generación.

A través de la amistad de Menchu Gal con Ana Marín y con el traslado de Montes Iribarren a Ciga se creó un puente de comunicación entre los pintores de la desembocadura y los de Baztán. Además, a través de Ismael Fidalgo llegó el vazquezdiísmo al Valle de Baztán. Por estos motivos y por su vinculación con algunos miembros de esta generación y de la anterior, se adhirieron a la escuela los navarros José María Apezetxea, Ana Marín y Ana María Urmeneta.

En 1944 y 1946 se volvieron a realizar en Irún exposiciones sin la presencia de los pintores baztaneses. Y los baztaneses expusieron por su lado en Elizondo en 1949 sin la presencia de Ricardo Baroja. Se comenzaron a entablar relaciones entre los pintores de la desembocadura y del Valle de Baztán, pero, ciertos aspectos, como las ya mencionadas exposiciones por separado entre navarros y guipuzcoanos, la presencia en Elizondo de otros pintores como Ciga, Echandi y Fidalgo, la ausencia temporal de Larramendi y la distancia generacional entre Echenique y los más jóvenes pintores baztaneses, le dieron al sector navarro unas peculiares características que la diferencian del centro irunés.


4. FASE:

En 1952 Ismael Fidalgo se estableció por un tiempo en la capital baztanesa, abriendo un estudio con Apezetxea. Apezetxea aglutinó el colectivo Artistas del Baztán para tratar de seguir el camino que en su día iniciaron Ciga, Echenique y Echandi.

Forman parte del colectivo, además de Apezetxea e Ismael Fidalgo, los pintores Ana Marín, Jesus Montes, Ana Mari Urmeneta, Kepa Arizmendi, Xabier Soubelet, Tomás Sobrino y Fernando Gorostidi. En él se incluyen también en alguna medida los vizcaínos atraídos por Ismael Fidalgo -Echarte y Marcelino Bañales-, y los guipuzcoanos Eloy Erenchun y José María Rezola, en cuanto que han pintado ocasionalmente el valle.

Este grupo se dio a conocer en Pamplona en Noviembre de 1983. En ese mismo año, coincidieron en Vera todos los pintores vivos de la Cuenca, en una nutrida exposición, organizada por intereses ajenos a los artistas. Por primera vez se pudieron ver juntos a los pintores del Bidasoa.

14 jun 2012

CUADRO: PINTORES DEL BIDASOA-BAZTÁN





PINTORES DEL BIDASOA

Los implicados en la denominada Escuela del Bidasoa, si atendemos al año de su nacimiento, forman cuatro generaciones separadas entre sí por un cuarto de siglo:


  • 1.ª generación:

    Los pintores de la primera generación nacieron en la segunda mitad del siglo XIX, que en lo artístico vio el desarrollo del Naturalismo (con pervivencia de un sentimiento romántico) y el Impresionismo y el Post-impresionismo, estilos que conformaron el marco estético tanto de ésta generación como de las sucesivas. A estos pintores hay que sumarle la influencia que tuvieron Darío de Regoyos, Daniel Vázquez Díaz y Ricardo Baroja en las difrentes épocas en las que llegaron a Irún.

                     - Vicente Berrueta Iturralde (Irún, 1873 – 1909)
                     - Javier Ciga Echandi (Pamplona, 1877 - 1960)
                     - Francisco Echenique Anchorena (Elizondo, 1880 – 1948)
                     - Jose Salís Camino (Santoña,1863 - Irún,1927)

  • 2.ª generación:
    Son la segunda generación por la importancia que para ellos tuvo la guerra civil de 1936, que dispersó temporalmente a sus componentes, aunque Gaspar Montes Iturrioz permaneció en Irún. Juan Larramendi y Menchu Gal fueron los pintores bisagra de las dos últimas generaciones que hasta hoy presenta la escuela pictórica.
                   - Bernardino Bienabe Artía (Irún, 1899 - Etxalar, 1987)
                   - Gaspar Montes Iturrioz (Irún, 1901 - 1998)

                   - Ignacio Echandi (San Sebastián, 1912 - 1953)
                   - Julio Caro Baroja (Madrid, 1914 - Vera, 1995)
                   - Juan Larramendi Arburua (Vera,1917-2005)
                   - Menchu Gal (Irún,1919 - San Sebastián, 2008)

  • 3.ª generación:
    La tercera generación la componen una serie de pintores de desigual maduración en razón a la diferente edad y variable dedicación a la pintura, nacidos entre 1926 y 1946. A esta generación se le podría sumar Ismael Fidalgo Blanco ya que fue a través de el como llegó el vazquezdiísmo al valle de Baztán. Además también se podrían incluir, en alguna medida, los vicaínos atraídos por Ismael Fidalgo -Echarte y Marcelino Bañales-, y los guipuzcoanos Eloy Erenchun y José María Rezola, en cuanto que han pintado ocasionalmente el valle.

                   - Enrique Albizu Perurena (Valencia,1926)
                   - Elías Garralda Alzugaray (Lesaca, 1926 – Olot, 2012)
                   - José Gracenea Aguirregomezcorta (Irún,1927)
                   - Jose Maria Apezetxea (Erratzu, 1927)

                   - Ana María Marín (Elizondo,1933)
                   - Jose Mensuro (Madrid, 1935)
                   - Amaya Hernandorena Albea (1936)

                   - Juan Mari Navascués (San Sebastián)
                   - Jesús Montes Iribarren (Irún,1940)
                   - Ana María Urmeneta (Elizondo,1944)
                   - Jose Luis Noain (Madrid, 1944)
                   - Javier Sagarzazu Garaicoechea (Fuenterrabía,1946)
                   - Juan Carlos Olaetxea (Vera, 1946)

  • 4.ª generación:
    La cuarta generación esta compuesta por los pintores más jóvenes de la Comarca del Bidasoa. Son los nacidos entre 1950 y 1975, los representantes de la continuidad que ha tenido la actividad pictórica en torno al río.

                   - Tomás Sobrino Habans (Elizondo, 1953)
                   - Xabier Soubelet (Lapurdi, 1953)
                   - Iñigo Arzac Vesga (Hondarribia, 1954)
                   - Kepa Arizmendi (Elizondo, 1957 - Baiona, 2009)
                   - Fernando Gorostidi (Elizondo, 1958)
                   - Leopoldo Ferrán Muñoz (Irún, 1963)
                   - ...

EL PAISAJE DE LA CUENCA DEL BIDASOA


La cuenca del Bidasoa abarca cuatro comarcas diferentes:

  • Baztán:
    • Valle de Baztán: Almandoz, Aniz, Arizkun, Arraioz, Azpilikueta, Berroeta, Ciga, Elizondo (capital), Elbetea. Erratzu, Garzain, Irurita, Lekaroz, Amaiur y Oronoz Mugairi.
    • Urdax
    • Zugarramurdi
  • Alto Bidasoa: Beinza-Labayen, Bertiz-Arana (Legasa,   Narbarte y Oieregi), Donamaría, Elgorriaga, Erasun, Ezcurra, Ituren, Oiz, Saldías, Santesteban, Sunbilla, Urroz de Santesteban y Zubieta.
  • Cinco Villas: Aranaz, Yanci, Lesaka, Etxalar y Bera de Bidasoa.
  • Bajo Bidasoa: Irún y Hondarribia.

Si se exceptúan los terrenos de ribera de Irún y Fuenterrabia y los valles de Bértiz Arana y de Baztán, el resto del área bidasotarra se destaca por su carácter montañoso.

Desde el mirador de Ciga se odrece al espectador una grandiosa vista panóramica de la llamada cubeta del Baztan. Es fuerte el contraste entre la suavidad de las formas topográficas de su fondo y los enérgicos perfiles de la periferia.


La cubeta de Baztán es un sinclinal de gran radio de curvatura sobre el que se han depositado diversos materiales del triásico, calizas, arcillas, margas y sobre todo ofitas, que intensamente alteradas y transformadas en una masa arcillosa, adquieren un color amarillento o marrón rojizo que caracteriza al valle, desde el punto de vista cromático.

Por otro lado, en la bahía de Chingudi, la belleza atribuida por los pintores al estuario del Bidasoa, del que se dice goza de una luz especial, es debida precisamente a que los montes próximos, por su escasa elevación, no impide que el sol, al declinar, mantenga largamente su irradiación sobre la Bahía, en cuyas aguas produce entonaciones de color muy delicadas.


Los bosques iruneses se vieron reforzados con repoblación de pinos. En la cuenca navarra, sin embargo, la existencia de montes más cerrados y altos, con una población diseminada a lo largo de grandes extensiones fundamentalmente agrícolas, con el soporte económico y ecológico del caserío y su entorno, hicieron que la influencia del inevitable pino de repoblación afectara menos a la estética tradicional del paisaje, dominado principalmente por el hayedo.

Las aldeas, barrios y caseríos tienen en la parte navarra su terrazgo de cultivo y prados cercados flaqueados por helechales -que en otoño adquieren color rojizo vivo-, landas de brezos y árgomas, bosques de robles, castaños, hayas, fresnos, avellanos y pastizales.

Alternan pendientes y vegas. Trepan las hayas por las primeras, que a media altura, en difícil equilibrio, muestran caseríos solitarios con sus metas de hierba características. Abundantes regatas las avenan y prestan la humedad necesaria para el sustento vegetal. En las vegas de Echalar y Narvarte crecen los maizales entre prados de nabos, circundados por muretes de piedra, que son simples lajas en territorio baztanés, separando los cultivos de los caminos y tierras comunales.



Semejante entorno crea un biotopo rico en ganado y animales en libertad, los más conocidos los salmones del río Bidasoa y las palomas que todavía se cazan en Echalar.

Estamos ante un paisaje montuoso, quebrado en exceso, pero lleno de contrastes. Podría decirse de la cuenca de este río que es una serie ininterrumpida de parques y jardines esmeradamente cultivados, si no fuera porque tras bajar Baztán y Bertizarana los parajes se estrechan y abarrancan. En su último tramo navarro la Naturaleza ha sufrido ya la negativa influencia de la industria y en terreno guipuzcoano afrontará otro nuevo envite, el de la urbanización no planificada, derivada de la abundante población de la zona, a pesar de lo cual el paisaje sigue guardando una belleza particular, posiblemente erosionada. Pero afortunadamente para los paisajistas, el deterioro del medio ambiente es una realidad tardía, del que en buena parte se ha salvado el Bidasoa Navarro.

El atractivo natural del campo bidasotarra lo dan el propio Bidasoa y sus inumerables afluentes; los blancos caseríos desparramados por el monte; la variedad de tonos y matices del arbolado en las alturas; la diversidad de cultivos en las tierras bajas; las veredas, puentes y canales próximos a las poblaciones y sus barrios, de casas limpias y ordenadas, que defienden su intimidad arropándose unas a otras en torno a la iglesia.

Por la influencia del mar el ambiente del estuario se mantiene más húmedo que el interior. Esta mayor saturación de humedad en el aire es la razón del tono agrisado que representa Guipúzcoa en la parte que le toca del Bidasoa. El ambiente navarro, en cambio, conforme las tierras se alejan de Guipúzcoa, ofrece colores más fuertes a la mirada, porque el aire que se interpone a los cuerpos es limpio y puro. En el clima de la Cuenca del Bidasoa está el secreto de su amabilidad. Siendo muy húmedo, carece de contrastes térmicos. Suave y templado. Probablemente sea la experiencia de vivir en un paisaje asociado a la lluvia y a la bruma, de luz tenue, la causa del fondo melancólico del alma vasca, una de cuyas potencias – la edertasuna o concepto de la belleza- se integra de modo preferente en el sentimiento estético del tipo vasco.

La Cuenca del Bidasoa está formada por valles hondos, recatados, celados casi siempre por la bruma, en que se fracciona y multiplica el paisaje nativo.

UNA VISIÓN IMPRESIONISTA DEL PAISAJE

La Cuenca del Bidasoa ha sido objeto de inspiración de numerosos literatos tales como Pierre Loti, Victoriano de Juaristi, Pélix Urabayen y Pío Barjoa entre otros.

La característica del impresionismo literario son fácilmente observables en estos autores. Tal tendencia se refleja en la manera rápida, abocetada y sintética de describir y representar el entorno, en función del predominio de la sensación sobre la concepción razonada. De ahí el gusto por lo incompleto, el recrearse con una realidad evocada sensorialmente antes que profundizada y objetivada en sus relaciones espirituales y, en fin, la captación de lo fugaz, de la luz, del color o del sonido.

El impresionismo literario concede la mayor importancia a la descripción y a los toques o efectos sensibles, subjetivados a través de la emotividad del artista, que se enfrenta a la vida de una forma sencilla y directa.

La importancia de la Naturaleza es bien palpable en estos escritores. Para los literatos naturales del Bidasoa o que inspiraron su obra a la humedad de sus riberas, el sentimiento de la Naturaleza fue primordial. La visión concreta del paisaje se tradujo en los textos de forma más descriptiva que narrativa y con sensibilidad pictórica, no tanto literaria.


Descripciones literarias impresionistas del paisaje:

<<Aquí y allá se distinguían confusos a lo lejos, en el crepúsculo creciente, los caseríos vascos, muy distantes los unos de los otros, como puntos blancos o cenicientos, perdidos en el fondo de una negra garganta, en el declive de un picacho, o allá arriba, colgados en las crestas que se engolfan en el azul oscuro del cielo>>. (Pierre Loti)

<<Las montañas se enrojecen por el tinte ardoroso de los helechos abrasados>>. (Pierr Loti)

<<En el Baztán, bajo la lluvia, todo es suave y sin violencias de forma y color. El conjunto se despieza en una colección de estampas bonitas y apacibles. Dijérase un escondido edén donde la vida transcurre con egoísta recato, lenta y fácil. El verde jugoso que le caracteriza sume por completo el ocre de la tierra, y multitud de fuentes, arroyos y riachuelos cantan, con voz de plata, su venturosa y breve juventud por entre las hierbas, líquenes y espeso boscaje.

El pueblecito, deslindado por conos de heno, rumorosos maizales y cabeceo de yuntas a medio uncir, se encarama por la ladera del monte próximo que lo protege en invierno de los embates de la ventisca. Un inmenso fanal de lluvia cernida envuelve y lustra las casas de piedra. Señoriales, robustas, cuadradas, independientes -sin medianiles donde apoyarse-, con traza y blasón de palacios algunas de ellas.

El agua, casi imperceptible, que no cesa de caer del cielo entoldado, imprime al cromo calidades de xilografía y ennegrece los escudos de armas, rebajados por la erosión de lluvias, tiempos y vientos>> (Manuel Iribarren)

<<El caserío es el colorido y el ritmo del paisaje baztanés. Adentro, sus estancias son anchas, limpias y sosegadas, sin otro adorno que las grecas de maíz pendientes del techo. Fuera, los nogales dan sombra patriarcal a la entrada, y, desde el atrio, bajo la parra coronada de pámpanos enormes y a dos pasos de distancia, surgen los prados como aterciopelados tapices cosidos con el hilo gris de las cercas. Entre el motivo eterno, siempre verde, infinitas florecillas parasitarias de todos los tonos deja sobre la alfombra su paletada de luz: desde el azul purísimo al siena apagado de ciertas campánulas. Hay franjas moradas y amarillas, hay garabatos de añil y hasta entonaciones de bronce. Y a cada guiño del sol, el tapiz torna a cambiar sus colores en una orgía de matices, de gradaciones, de notas violentas e inesperadas>>. (Felix Urabayen)


<<Dan las doce. El paisaje tiene la plenitud de un cromo. Por la parte de Auza y Otsondo las cumbres siguen siendo azules; mas a medida que baja la vista, el azul va desgarrándose en una gradación de matices nuevos. Obscuro y sombrío en los montes, cuajados de árboles enormes; verde intenso en los maizales; gris en los prados; aterciopelado en los helechos; grana en los trozos segados que empiezan a retoñar... la carretera sigue siendo una senda blanca.>>. (Felix Urabayen)

<< El paisaje se va cerrando a medida que el tren se aproxima a Endarlaza, que es Navarra; el río tiene tonos verdes y blancas espumas. Hemos pasado Lamiarri (la piedra de la Lamia). Se ve la muga de Francia en el monte llamado Chapitelacoarria.

Estamos en Enlarza. Hay un puente, dos casas y había, antes, el monumento dedicado a los carabineros fusilados por el cura Santa Cruz, que después de la guerra última ha desaparecido.

El desfiladero de Endarza es triste, áspero y salvaje. El Bidasoa, casi en línea recta, pasa por el fondo del barranco entre montes poblados de carrascas. El agua, encajonada en el angosto canalizo, duerme, negra e inmóvil, en su lecho de roca.

Cuando brilla la luna, de noche, y alumbra la mitad del paisaje, hace destacar los peñascos de esta garganta misteriosa, estrecha y alta, y da una impresión sombría, siniestra e ingrata.

El agua murmura tristemente. Se oye el ruido del viento en los árboles, que parece el lejano rumor de la marea...

Hay algo de pérfido, de terrorífico en esta cañada, en el cielo claro y sin nubes, en el viento, en la luna, que mira pálida desde el cielo, como si ella también estuviera alarmada e inquieta>>. (Pío Baroja)

<<Octubre, con su aire frío y sus colores calientes... va dorando con sus purpurinas las faldas de los monte, y nos pinta de rojo los árboles y nos platea las hojas caídas en el camino>> (Pío Baroja)

<<... los árboles se doran con púrpuras diversas: hay los que tienen las hojas secas de amarillo cansino, los que las tienen de pardo oscuro y los que parecen ramilletes de oro viejo...; los robles enrojecen como si estuvieran quemándose con el fuego interior>>. (Pío Baroja)